Los germinados constituyen una excelente fuente de alimentos vivos.
Cuando una semilla se pone en contacto con agua, calor y oxígeno,
"despierta del sueño", y se activa. A medida que se hidrata, comienza
a crecer, se diluyen los fitoquímicos inhibidores, y comienzan a ocurrir cambios asombrosos, que la
convierten en una cápsula de vida.
Enzimas vivas, vitaminas y minerales; aminoácidos esenciales,
oligoelementos, se desencadenan y multiplican de tal manera, que una onza de
germinados aporta a nuestro cuerpo valores imposibles de hallar en alimentos
muertos, (cocinados,) aunque sean las mismas legumbres. Más imposible si estos
son cárnicos.
FACIL DE HACER EN CASA
Se toma un frasco de cristal de boca ancha, se pone a remojar por la
noche una onza de lentejas en agua purificada. A la
A la mañana siguiente, se tira esa agua en la que pasaron la noche, se
enjuagan bien con agua limpia, y al frasco se le cubre la boca con pedazo de
tul o tela para mosquitos, sujeta con una banda de goma y se coloca boca abajo
en un escurridor.
Al mediodía, se enjuaga nuevamente, y se repite por noche, siempre
colocándolo boca abajo en un lugar oscuro, y oxigenado. Al tercer día ya tiene
una pequeña raíz que empieza a crecer, y al cuarto día, ya están listas para
comer.
Si las comemos crudas tal como están, aprovechamos ciento por ciento sus
bondades. Son de fácil digestión y excelente asimilación por nuestro organismo.
Si las comemos hervidas al vapor o agregadas a otros alimentos que pasarán por
el calor, solo obtendremos una parte de sus beneficios.
Si decidimos comerlos como los de la foto, ya en ese punto debemos
guardarlos en la nevera, no en el congelador, en bolsas de nylon con agujeros.
El frio no detiene totalmente el crecimiento. Puedes guardarlos hasta 15 días.
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