Cuando los enemigos se convierten en amigos
¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, y buena voluntad para con los hombres!
Lucas 2: 14 (Reina Valera, 1960)
Lucas 2: 14 (Reina Valera, 1960)
El pastor Mark Finley en su libro Cuando Dios dijo acuérdate nos cuenta una fascinante historia que deseo compartir con todos ustedes: El combate había sido intenso. Después de varias horas de fuego cruzado, los olores de la pólvora y la sangre se mezclaban en el aire de la noche. Joseph, un soldado norteamericano de 18 años recostó finalmente su espalda contra la pared recién excavada de su trinchera. Había transcurrido otro día y él aun estaba vivo. Era el 24 de diciembre de 1943.
Los recuerdos de su hogar hicieron que sus ojos se humedecieran: Sus padres, sus hermanos Thomas y Alicia, el crujiente pastel de manzana, la galletas de pasas, el pavo asado de la cena de Nochebuena, los regalos envueltos en papeles multicolores rodeando la base del árbol de navidad, las sonrisas, los abrazos, el suave crepitar de la chimenea, tan distinto de las atronadoras explosiones de la artillería pesada. Sin embargo, en la soledad de su trinchera, cerca de los cuerpos destrozados de sus amigos, inmerso en la pesadilla de la guerra, todos aquellos recuerdos parecían bromas macabras. La conocida frase: “En la tierra paz y buena voluntad para con los hombres”, era apenas un absurdo juego de palabras que no significaba nada después de los bombardeos.
El campo de batalla permanecía en silencio. La luna y las estrellas chispeaban en la noche. Fue entonces cuando a Joseph le pareció escuchar una melodía. ¿Realmente se trataría de un canto? ¿Lo engañaban sus oídos en la Nochebuena de 1943? ¿Sería otra de las ingeniosas trampas de los alemanes? ¿Algún siniestro complot? Las notas de un conocido villancico inundaron el espacio entre ambas trincheras. Aunque la letra era entonada en alemán, la música le resultaba inconfundible: “Noche de paz, noche de amor/ todo duerme en derredor”. No, no era ningún sueño, a pocos metros de distancia las tropas enemigas cantaban villancicos.
Lenta, cautelosamente, Joseph se arrastró desde su trinchera y salió impulsándose con los brazos. Su corazón se había conmovido, y sus emociones borboteaban bajo la piel. No consiguió contenerse más, y comenzó a cantar también: “Noche de paz, noche de amor/ todo duerme en derredor”. Sus colegas norteamericanos se sumaron a él. Pronto las voces que hacía unas horas gritaban los horrores de la guerra, ahora armonizaban formando un coro de alabanza. Varios soldados de ambos bandos salieron de sus escondites, dejaron sus armas en las frías trincheras para abrazarse, reír y cantar juntos. Los morteros estaban mudos, los aviones permanecían en tierra como pájaros vencidos, no se produjo un solo disparo. Aquella Nochebuena solo por un momento, los enemigos se convirtieron en amigos.
¿Por qué no saltas ya de tu trinchera? Hay alguien que abrazar al otro lado. No esperes más, hoy es el tiempo aceptable, el día de salvación. Mientras la música navideña llena el espacio, libérate de los rencores, de las fobias amontonadas, del complejo de culpa, no cruces el año con esos cepos de dolor lacerándote el cuerpo, perdónate a ti mismo, y sal de una vez a abrazar a otros.
Los recuerdos de su hogar hicieron que sus ojos se humedecieran: Sus padres, sus hermanos Thomas y Alicia, el crujiente pastel de manzana, la galletas de pasas, el pavo asado de la cena de Nochebuena, los regalos envueltos en papeles multicolores rodeando la base del árbol de navidad, las sonrisas, los abrazos, el suave crepitar de la chimenea, tan distinto de las atronadoras explosiones de la artillería pesada. Sin embargo, en la soledad de su trinchera, cerca de los cuerpos destrozados de sus amigos, inmerso en la pesadilla de la guerra, todos aquellos recuerdos parecían bromas macabras. La conocida frase: “En la tierra paz y buena voluntad para con los hombres”, era apenas un absurdo juego de palabras que no significaba nada después de los bombardeos.
El campo de batalla permanecía en silencio. La luna y las estrellas chispeaban en la noche. Fue entonces cuando a Joseph le pareció escuchar una melodía. ¿Realmente se trataría de un canto? ¿Lo engañaban sus oídos en la Nochebuena de 1943? ¿Sería otra de las ingeniosas trampas de los alemanes? ¿Algún siniestro complot? Las notas de un conocido villancico inundaron el espacio entre ambas trincheras. Aunque la letra era entonada en alemán, la música le resultaba inconfundible: “Noche de paz, noche de amor/ todo duerme en derredor”. No, no era ningún sueño, a pocos metros de distancia las tropas enemigas cantaban villancicos.
Lenta, cautelosamente, Joseph se arrastró desde su trinchera y salió impulsándose con los brazos. Su corazón se había conmovido, y sus emociones borboteaban bajo la piel. No consiguió contenerse más, y comenzó a cantar también: “Noche de paz, noche de amor/ todo duerme en derredor”. Sus colegas norteamericanos se sumaron a él. Pronto las voces que hacía unas horas gritaban los horrores de la guerra, ahora armonizaban formando un coro de alabanza. Varios soldados de ambos bandos salieron de sus escondites, dejaron sus armas en las frías trincheras para abrazarse, reír y cantar juntos. Los morteros estaban mudos, los aviones permanecían en tierra como pájaros vencidos, no se produjo un solo disparo. Aquella Nochebuena solo por un momento, los enemigos se convirtieron en amigos.
¿Por qué no saltas ya de tu trinchera? Hay alguien que abrazar al otro lado. No esperes más, hoy es el tiempo aceptable, el día de salvación. Mientras la música navideña llena el espacio, libérate de los rencores, de las fobias amontonadas, del complejo de culpa, no cruces el año con esos cepos de dolor lacerándote el cuerpo, perdónate a ti mismo, y sal de una vez a abrazar a otros.
29 de diciembre de 2015
Con esta meditación, la última del 2015, el Ministerio Victoria en Cristo les desea una feliz y bendecida navidad a todos nuestros suscriptores y sus familias, que el 2016 sea un año histórico en nuestro caminar con Dios. ¡Salud y paz!
Por Moisés Mayán.
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