Pecar o no pecar
Por Moisés Mayán
Aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había
nadie de los de casa allí. Y ella lo asió por su ropa, diciendo:
Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó
y salió.
Génesis 39: 11-12 (Reina Valera, 1960)
Es una mujer deslumbrante. Todos saben que fue su belleza la que
cautivó al general. Los preparativos de la boda acapararon titulares
en no pocas revistas, y las fotos de los novios en emblemáticos
monumentos egipcios implantaron varios records de visitas en las redes
sociales. Sin embargo algunos periodicuchos de tercera dejaron
entrever que la boda era apenas un simulacro muy bien planificado, que
pretendía salvar a la supermodelo de la banca rota y garantizarle al
militar una “cara bonita” a su lado en las ceremonias oficiales.
Luego de diez años de matrimonio, la pareja que sonríe en las portadas
lleva una vida subterránea que muy pocos conocen. A pesar de múltiples
tratamientos de infertilidad no han conseguido tener hijos, y a ella
la han fotografiado más de una vez en compañía de hombres jóvenes
mientras su esposo permanece en ejercicios militares en el Canal de
Suez. Son la comidilla de las altas esferas de la sociedad, pero ambos
lo disimulan muy bien: él, modernizando las fuerzas armadas de su
país, y ella pasando horas en el gimnasio, y prestando sus ojos azul
turquesa para la promoción de cosméticos.
Poco después de casados el general contrató como mayordomo a un joven
judío, y de ahí en lo adelante sus finanzas renacieron de un modo
prodigioso. Ella, acostumbrada a conseguir cada uno de sus caprichos,
se propuso acostarse con el hebreo a como diera lugar. Pero algo la
intranquiliza, ni su ropa ceñida, ni su perfume envolvente, ni sus
ojos azul turquesa, absolutamente ninguno de sus encantos, funciona
con este mayordomo. Es un chico extraño; lo ha visto arrodillarse para
orar todas las mañanas, y entre los papeles de su oficina conserva un
gastado ejemplar de la Biblia.
Siempre busca algún pretexto para acercársele y hablar con él, pero es
como si se estrellara contra un muro. Así que se deja de sutilezas y
va por lo claro: “Quiero acostarme contigo”, le dice. No hay forma de
que los descubran, el general está en campaña, es el día libre del
personal de servicios, y los soldados que montan guardia en el portón
tienen prohibido entrar a la casa a no ser en caso de emergencia. Es
el ahora o nunca. Él es un hombre joven que cumple órdenes. Ella es
una mujer de 1, 78 de estatura y 59 kilogramos de peso, una
supermodelo que estremeció las pasarelas del mundo, y que ahora le da
una orden: “Acuéstate conmigo”. Solo tiene que dejarse llevar; hacer
su papel de hombre y continuar con su trabajo como si nada hubiera
pasado. Pero él dice No, su No resuena en cada una de las habitaciones
de la casa, su No atraviesa el tiempo como una flecha y llega hasta
nosotros. “ ¿Cómo haría ese grande mal y pecaría contra mi Dios?”
Ella no sabe darse por vencida de modo que lo agarra del cuello de la
camisa y forcejean. La tela se rasga y el mayordomo huye ante los
gritos de espanto de una mujer que lo acusa de intento de violación.
Los guardias de seguridad penetran en la residencia y capturan al
joven como si se tratara de un pervertido sexual, un depravado de la
más baja calaña… La próxima vez que vean al mayordomo será cuando jure
como primer ministro de Egipto, transformado en el hombre más
influyente de toda la nación. ¡Se me ponen los pelos de punta con esta
historia! ¿La reconoces? En mi Biblia está bajo el título: José y la
mujer de Potifar. El diablo es un gran seductor, prepara los
escenarios con una minuciosidad impecable para engañarte y luego
reírse de lo lindo, pero por más que se esfuerce no puede obligarte.
Eres tú quien elige pecar, eres tú quien apagas las alarmas y bajas la
guardia. Hoy decide ser fiel, aunque el mundo a tu alrededor se
desplome. ¿Y los que intentan hacerte pecar? La próxima vez que te
vean no podrán hacer otra cosa que inclinar sus cabezas a tu paso.
Domingo 18 de diciembre de 2016
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